miércoles, 13 de julio de 2016

A mi dulce sombra


Te soñé esta noche. Estabas preciosa con ese vestido amarillo de seda, caminando por la arena acercándote a mí. El atardecer dibujaba en el cielo anaranjado una escena de calma que acompañaba a la perfección con tu sonrisa. ¿Cuántas veces desee desde mis adentros conocerte? Y ahora estabas ahí junto a mí, dándome un abrazo de esos que todo el mundo desearíamos cada noche y cada mañana al despertarnos.

Y sí, me desperté. Me desperté y ya no estabas. Te habías escapado de entre mis dedos y sentado al borde de la cama me pregunté, una vez más, cuándo me encontraría de verdad contigo. Contigo, sí. Tú tan ideal para mí con tus más y tus menos, pues la perfección absoluta no existe en este mundo. Tú sin inseguridades, poniendo cada hecho por delante de tus palabras. Haciéndome reír, haciéndome sentir.

Y es que tengo ganas de levantarte por las mañanas guitarra en mano tocando tu canción favorita; presentarme en tu casa después de poner a prueba nuestras diferencias y regalarte mi mayor beso; perderme contigo por la ciudad y que nos de igual porque juntos seríamos capaces de encontrar el camino de vuelta; regalarte el día de tu cumpleaños una partitura a piano para que tus manos tocándola no tuvieran envidia de tus oídos por poder escucharla.

Tener un buen motivo más para sonreír porque al fin nos hayamos encontrado, tras esas duras batallas que quedaron en el camino con gente que no supo valorarnos. Poder escaparnos de esa sociedad donde el amor es algo pasajero, degradado hasta el punto de entretenimiento, y demostrarle al mundo que es posible crear una historia de sueños tan reales que cada vez que cerremos los ojos no tengamos miedo de volver a abrirlos.

Una pena que al despertarme no recordara tu rostro. Quizás el destino ha decidido de nuevo que hoy no sea el día en el que lo descubra, para que cuando llegue el día que estés frente a mí no dude en darte todo lo que siempre te has merecido, por esperar mi llegada en esta vida llena de vaivenes y sinsentidos...